Aquel
3 de septiembre, se vivía la resaca de haber derrotado al aspirante a la
presidencia del gobierno por segunda vez en las últimas 48 horas. Casi el
mismo tiempo que la Policía político social (PS) te tenía torturando en los
calabozos de sus dependencias. Para Rajoy han tenido que ser una tortura estas
horas pero sin hostias ni corrientes eléctricas. En los dos casos eran por
cuestiones ideológicas.
Mientras
en centenares de pueblos y ciudades festejaban sus fiestas patronales y el fin
de semana, los primeros lo hacían una vez al año, los otros, los que podían se
marchaban al campo y a las playas a disfrutar de los días de sol del mes que se
inicia, en los dos casos la comidilla era el fracaso de Rajoy en su intento de
ser elegido.
Mientras
todo esto sucedía y las gentes hacían las cosas cotidianas de esas fechas, los
representantes de los poderes financieros no descansaban para buscar una salida
a la situación creada por los resultados electorales del 26 J.
Algunas
de las iniciativas, se basaban en el cambio del candidato del PP para facilitar
una nueva investidura. Se podía ver con claridad que por encima de los
intereses de los ciudadanos, estaba el derrotar cualquier opción de progreso
que pudiera abrirse paso ante el fracaso del aspirante y las políticas que
había practicado.
Lo
peor era que los estómagos agradecidos de las empresas IBEX 35 con sus puertas
giratorias y antiguos dirigentes de la “socialdemocracia” eran los valedores de
estas propuestas. Todo menos permitir el intento como mínimo de un gobierno
progresista.
El
dirigente socialista que capitaneaba la oposición de su partido al desbarajuste
de las políticas de la derecha, estaba siendo sometido a una presión mediática
digna de las torturas de la PS. Había desaparecido después de la votación para
huir del acoso de los medios informativos que al servicio de los poderes
facticos tenían la misión, no tanto de informar sino más bien la de presionar a
Pedro Sánchez para que diera su brazo a torcer en una nueva intentona dentro de
dos meses.
Algunos
de los “varones” (esto me recuerda los títulos nobiliarios de la edad media)
descaradamente se manifestaban por facilitar un gobierno de la derecha
erigiéndose como paladines de sus varonías y exigiendo una reunión de su
comité federal para decidir que esta
posiciones se abriera paso como fórmula de participación para condicionar a su
dirigente en el cambio de posición, pero ignorando totalmente la participación
de los afiliados que abiertamente estaban por un gobierno de progreso.
Para
otros ex dirigentes la idea de ir a unas nuevas elecciones estaba considerado
como una gran catástrofe para el país,
con estas afirmaciones negaban lo de la soberanía popular y el derecho a
decidir por párte de los ciudadanos, eran inadmisibles estas manifestaciones
por quienes habían presumido de demócratas, con ello se pasaban la democracia
por el forro de los pantalones.
Indudablemente
lo que estaba en juego, no era quien debería ser el que presidiera el nuevo gobierno.
Estaba en juego la cuestión ideológica de como dirigir los destinos de los
ciudadanos y esto no se podía consentir. No se podía consentir que un nuevo
gobierno con aires de libertad y de justicia social pudiera pedir cuentas a los
delincuentes de la política y terminara
con la maquinaria de corrupción que habían montado a lo largo de los años.
No era pues extraño, que hubiera ofrecimientos
por parte de dirigentes del PP de la comunidad valenciana, de pedir la
abstención a cambio de más financiación para sus comunidad. Lo que se
demostraba con el intento de compra de votos que con el poder político en sus
manos se aseguraba que nunca se daría fin al saqueo de las arcas públicas en
beneficio de los dirigentes de su partido, que
podían continuar enchufando en organismos Internacionales a ex
ministros, acusados de mentirosos por sus trapicheos en las empresas ficticias
de Panamá, y lo que no se sabe.
Con
estos antecedentes la derecha ideológica se
daba dos meses de tiempo para abonar el terreno, ya sea para un nuevo
intento, ya para unas nuevas elecciones, porque eran conscientes que aun
reduciendo la campaña a una semana, disponían de todos los medios de
comunicación escritos y televisados para engañar nuevamente a un electorado que
está inmerso en sus fiestas patronales y los fines de semana.
La derecha contaba con medios para persuadir y engañar a una gran
parte de pensionistas y funcionarios de que sin ellos las pensiones corrían el
riesgo de desaparecer, que no se revalorizaría el salario de los funcionarios,
porque no le habían permitido formar gobierno. Metían miedo sino se podían
aprobar los nuevos presupuestos, pero no decían que se podían prorrogar y que
el congreso podía hacer algunas modificaciones por consenso.
Mientras
todo esto sucedía a nuestro alrededor, algunos descerebrados pensábamos que en
esta nueva situación sin mayorías absolutas se tenía que ensayar un
gobierno con las fuerzas de la izquierda
y el respaldo de los nacionalistas, ya que más pronto que tarde se tendría que contar
con ellos y debatir el futuro de esas nacionalidades.
Sin
embargo los lucidos de cerebro, proponían que la fórmula fuera un acuerdo a
tres, siendo conscientes que uno de ellos no podía participar porque
precisamente estaban en política para impedirlo. Habían sido creados con ese
fin, frenar todo lo que significara progreso.
Algunos
hicimos llamamientos a los líderes de la izquierda, en particular a los nuevos
dirigentes socialistas que tuvieran la generosidad, de dar una oportunidad a
las clases populares de recuperar todo lo que la derecha reaccionaría les había
arrebatado en los últimos años por parte
del partido imputado por corrupción. Nos quedamos a la espera de las nuevas
decisiones, ya que en sus manos está el impedirlo.
Antonio Montero zarco.
3 de septiembre de 2016