Este es un cuento dedicado a mis nietas, que es posible que por su corta edad y falta de practicas en debates no entiendan pero que refleja la impotencia de no poder terminar con las injusticias. No era solo el viejo carpintero, el que se sentía impotente, había decenas de miles en la misma situación. Lo que se trataba, era de aglutinar a cuantos más mejor en un proyecto que fuera asumible, por todos los descontentos de la sociedad, para terminar con aquella situación, donde los niños eran los más perjudicados.
El
esfuerzo realizado en los dos últimos años habían hecho mella en
la mente del viejo carpintero. Durante este tiempo se había
estrujado el cerebro para sacar el máximo rendimiento para que el
gobierno fuera los más breve en su gestión y hubiera nuevas
elecciones.
Su
cerebro solo daba las ordenes concretas para continuar la existencia
como base para seguir viviendo si es que se le podía llamar vida, a
alguien que ya no tenía voluntad. No se inmutaba por nada. Miraba la
TV y las palabras como las imágenes no tenía un hueco en su
cabeza. Como si en la distancia entre el aparto de TV y él
desaparecieran en el tiempo.
Era
incapaz de analizar que la subida de las pensiones, que significaban
un aumento de 1.50 € al mes para una pensión de 600 €, no
entendía que el gobierno le robara 12,60 € que le correspondía
por el incremento del IPC. Ni entendía que el salario mínimo
interprofesional se hubiera congelado quedándose, como estaba el año
anterior, distanciándose cada vez más de los salarios mínimos que
se pagaban en otros países europeos. Mientras que en Francia había
tenido un pequeño aumento de 1.1 % situándose en 1.425 Euros al
mes, en España se congela y se quedaba en 645,60 cuando de haberse
aplicado el IPC hubiera resultado 659.15 €, no llegando ni a la
mitad del salario de nuestro vecinos los Galos.
Y
menos entendía, que el gobierno sacara a los cuatro vientos la
bajada del paro que se había producido, y ocultara el aumento en los
medicamentos y que los cotizantes a la SS eran menos de los
contratos basura que se habían hecho. El viejo carpintero, no podía
opinar de que después de haberse cargado la ley de la dependencia,
que encima se obligara a los enfermos dependientes a tener que pagar
las terapias que afectan directamente a su salud, viéndose obligados
ha abandonar los tratamientos por falta de recursos. Ni podía
entender, que en los hospitales, se impusiera el copago hospitalario
a los enfermos que eran intervenidos.
Atrás
quedaban los tiempos del análisis y las opiniones sobre el que hacer
para derrocar al Gobierno. El viejo carpintero era un ser que solo
existía físicamente, pero sin ninguna voluntad.
Por
ello en la carrera que se había iniciado para ocupar puestos en las
listas para las elecciones europeas no le decían nada. ya no podía
valorar si los que se postulaban para ocupar esos cargos eran los
mejores, o obedecía a las aspiraciones de aquellos sujetos para
mejorar su situación personal, ya que en Europa los parásitos que
ocupaban aquel parlamento cobraban mejores salarios que los
parlamentarios nacionales.
En
los partidos, se empezaban a dar codazos para
ocupar esos puestos de salida y alejarse lo más posible de las
turbulencias que diariamente se manifestaban en el país.
A
él viejo carpintero, no le afectaba ninguna de aquellas guerras
partidistas porque no estaba en juego un cambio de sistema. El
programa no existía y a los futuros Euro-Diputados les tenía sin
cuidado.
Estos
tipejos estaban peor que el viejo carpintero, éste no podía retener
nada en su cabeza, por haberla estrujado para sacarle el máximo
rendimiento. Estos individuos la tenían sobre los hombros pero, les
faltaba la voluntad de dejar pasar las ideas por si en un caso les
remueve la conciencia y mandan al garete la farsa que representaba
aquel parlamento de los mercaderes y los recortes de los servicios
sociales.
En
otros tiempos, el carpintero hubiera opinado desde un principio, de
la necesidad, de llegar acuerdos entres las fuerzas políticas de la
izquierda para dar una batalla conjunta y hacer pagar en las hunas la
masacre que contra los derechos sociales habían cometido.
Al
estar el cerebro del viejo carpintero, carente de espacio para
almacenar la información que diariamente aparecía en los
informativos, no podía dar su opinión, sobre el asunto de Canal de
Panamá. Ni podía criticar la actuación del gobierno de la derecha
interviniendo al lado de la empresa constructora privada, para velar
por los interese de los carroñero que invertían su dinero en aquel
proyecto para especular y sacar tajada a costa del pueblo panameño.
Esta
vez se veía bien la intromisión del gobierno en asuntos de empresas
privadas cuando en el resto de ocasiones le criticaban por querer
intervenir en otras cuestiones del mismo o menor calado. Se lo
tendría que pasar muy mal, si allá en algún rincón de su cerebro,
tenía algo de lucidez.
No
se podía saber cual era su opinión sobre la farsa de algunos
dirigentes del partido del Gobierno, al revelarse a medias contra la
ley del aborto que preparaba el ministro del justicia. El ministro,
había resultado ser un hipócrita, por haber jugado a ser una
persona sensata, para ganarse el favor de sus amos de partido, y ser
algo más que alcalde de la ciudad donde residía. Con su faz de buen
chico había engañado a todos. Al viejo carpintero no ni a los que
como el pensaban.
De
haber tenido algo de lucidez, tal vez hubiera pensado que todo se
debía a maniobras puramente de imagen para ganarse el favor de los
votantes ingenuos que todavía podían engañar. Porque se
movilizarían en el día internacional de la Mujer Trabajadora,
presentado mociones en los ayuntamientos, en defensa y por la
igualdad de la mujer. Simplemente, era para limpiar un poco la imagen
de cara a la galería.
Sin
embargo. por otra parte se les negaban el derecho a decidir sobre su
cuerpo, por que el tal Galladón que era como se conocía al
ministro, el tratamiento que de su ley hacia solo dejaba el espacio
para parir, si se que practicaban el sexo y se quedaban preñadas,
la obligación era de parir porque el embrión que se iba a gestar en
el cuerpo de la mujer tenia todo el derecho a la vida de cualquier
ser humano.
Ante
esta situación el viejo carpintero, no podía reprochar ni al
ministro ni al gobierno de derechas reaccionario de Rajoy, que
había en el país del Reinado de los Borbones, 2.226.000 de niños
que vivían bajo el umbral de la pobreza. Siendo el colectivo
social más castigado por la pobreza, el más dedil y el que mayor
atención debería de tener ya que en este país donde una de las
infantas de los Bombones estaba apunto de ser imputada en casos de
corrupción, en esa España, la tasa de pobreza infantil se situaba
en el 28 % de la población.
Cuanto
debería de padecer, si le quedaba algo de conocimiento, y no poder
denunciar que no tenia sentido, un régimen, gobernado por corruptos.
En otros tiempos tal vez, hubiera hecho un llamamiento, a la
necesidad, de respaldar a la opción política que representaba IU
para que todos los defensores de liberalismo económico pagaran en
las urnas el 25 de mayo todos los sacrilegios que contra los
trabajadores habían cometido en los últimos años.
Es
posible que ya no le importaba, lo que sus amigos podían pensar de
aquellas propuestas que hubiera expresado de haber estado en plena
autonomía de su lucidez, si es que alguna vez la tubo. Aunque
aquellos que le conocieron no darían por perderle como instigador
de debates.
Tenías
que haber alguien que hiciera propuestas sensatas, para terminar
con el régimen de Rajoy. De ser así, con toda seguridad
recuperaría el sentido de la clase, que tubo a lo largo de toda su
vida. En esta situación no le importaría tirarse a la arena y
continuar la lucha sin importarle las etiquetas que generalmente se
pone a la gente que toma partido.
Era
preciso que sus amigos le aconsejaran que valía la pena seguir
luchando por un mundo mejor. Por ello dejaba de nuevo su mente
abierta para ser receptor de las ideas y propuestas que los
pensadores del socialismos, preconizaban, para hacer posible la
unidad de los trabajadores para hacer frente a las agresiones
criminales del capitalismo.
El
viejo carpintero hubiera desterrado, todo tipo de sectarismo, en un
debate sincero. No entendía como se criticaba las actuaciones de los
políticos gobernantes, y los mismos que criticaban, no escuchaban a
sus seguidores cuando hacían propuestas, de la lógica de la calle
que reflejaban el sentir de la sociedad.
En
esta situación, se que daría esperando, que el años que se
iniciaba fuera el año de la emancipación de la clase obrera, y se
pusieran fronteras a los traficantes de la especulación financiera,
ocupando el pueblo soberano el papel que por derecho le correspondía.
Porque otro mundo era posibles valdría la pena recuperar los sentido
y seguir luchando hasta la victoria fanal.
Antonio
Montero Zarco
4
de enero de 2014
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