CONFUNDIÓ EL CAMINO
Confundió el camino y eligió
el de viejo. La verdad es que no lo intentó, no tenía oportunidad, el carro iba
cargado de “temor y resignación” en paralelo a su vida.
Hacia trenes con latillas de
sardinas una vez que los arrieros comían su contenido y las arrojaban a la
basura. Estas latillas le proporcionaban los vagones, y, las suelas de las
alpargatas de lona de los soldados republicanos, la materia prima de las
ruedas.
Construía los trenes y jugaban sin darse
cuenta que el carro de la vida avanzaba si cabe más aprisa que cuándo pasaba por la venta.
Después veía las calles
llenas de niñas y niños jugando a las "canicas" y otros juegos de la
época, con sus muñecas de trapo, y recordaba cuando él había jugado "un
rato antes” como lo hacía aquélla chiquillería en ésos momentos.
Entonces, se dio cuenta que
había elegido el camino más duro, largo y cruel al abandonar los trenes de
latillas siguiendo el carro que avanzaba más aprisa al final del camino.
Intentó no seguir al
"carro" pero su imán era tan poderoso que no podía deslizarse de su
estela. No se rendía y quiso variar el camino del carro por la línea trazada y
hacer que todos los de su clase vivieran por sendas de libertad, que no fuera
la trazada por el carro que imponía unas formas de vida que hacía sentir a las
gentes que no tenían rasgos humanos.
El seguir al carro, significaba vender su vida
a los discípulos que vendían el temor al final del camino. Temor que las “gentes
de bien" quería disponer de él para aprovecharse de la ignorancia
de las gentes y aumentar sus riquezas aunque fuera inevitable el llegar al fin del camino pero dominando a las
clases temerosas.
Llegaría al final pero a su
aire, no podía imponer sus normas pero no aceptaba las impuestas y luchaba para
vender las suyas y que las gentes pudieran elegir el camino de viejos... camino
de libertad.
Con esta posición tuvo en
muchas, muchas dificultades. Los que conducían
el carro no paraba y hacía casi
imposible la vida de la gente. No le importaba llegar al final del camino aun
siendo consciente de que también al llegar, también se acercaban a su fin.
Se dio cuenta que los niños
habían desaparecido de las calles, también el "pardalet" el carro del
capitalismo había impuesto unas normas de vida que por su afán de acumular riquezas
se había llevado por delante las viejas costumbres, de vida social y familiar contaminando
todo lo que tocaba, destacaba la
depredación del medioambiente destructor
de muchas forma de vida en la tierra, Incluyendo el "gorrión" entre
otras muchas especies con un riego muy alto de exterminación de las mismas.
Los jóvenes no producían nuevos seres humanos.
Ese era el concepto que las “gentes
de bien” tenían de la natalidad, pues la miraban como mercancía y
recambio de los que abandonaban el mundo del trabajo.
Después se lamentaban de que el mundo estaba
envejecido por causas de la baja natalidad.
Pero las “gentes
de bien” y los gobiernos no ponían los medios para que los jóvenes
tuvieran la oportunidad de formar lo que se conocía como la familia. Es posible
que hicieran el "amor" más que nunca, pero sin engendrar muevas vidas
porque el camino que les esperaba era tortuoso, con muchas dificultades y
viendo el final tan oscuro como el agujero que dejó el Big Bang.
El viejo no podía entender
que unas “gentes de bien” acumularan decenas de miles de viviendas para
especular con su alquiler esclavizado a los jóvenes para hacer frente a los
altos precios.
En el carro de la vida, no solo iba el temor
al final, representado por los birretes de la gente de bien de las iglesias,
también iban en el carro, quienes no aceptaban el poner un tope a los precios
del alquiler.
En aquel carro de la vida
también viajaban las gentes de bien que privatizaban la
sanidad. Había gente de bien infiltrada hasta en el gobierno de la nación.
El haber elegido el camino
de “viejo” le daba cierta ventaja sobre los demás. Podía decir todo lo que
pasara por su mente sin ningún temor, aunque a decir verdad nunca se privó de
decir lo que pensaba.
Eligio siempre el camino de la libertad a
pesar de costarle dar con sus huesos en la cárcel, otros habían dejado sus
vidas en las trincheras, en los paredones de fusilamiento y el tiro en la nuca.
Todo por trazar sendas de libertad para
los que vinieron después les fuera más fácil la vida. Todo eso sin pedir
nada a cambio.
El viejo veía todo lo que
iba subido al carro de la vida. Veía políticos mediocres, políticos corruptos, gente
de bien y, políticos vividores de la sopa boba del estado. Y qué decir
de los y las que se subían al carro de las multinacionales para desde su
posición de poder esclavizar a la humanidad. Bien orgulloso estaba de haber
confundido el camino.
Lo confundió por su instinto de clase, de no
haber sido así hubiera sido uno más del engranaje de ese carro que avanza sin
piedad arrasando todo lo que se pone en su camino.
Pero allí está el viejo y muchos viejos más,
para poner todas las trabas que pudieran, para que el carro lleno de gente
de bien tuviera un final de viaje que terminaran todos en el infierno de
la vida, porque toda la sociedad les digiera ¡basta ya! que hora decide el
pueblo soberano que nada tiene que ver con las gentes de ese bien que
representáis. Se terminaron los privilegios porque en la nueva república las
gentes de bien son los ciudadanos más humildes de la sociedad, los otros son
pura escoria de una sociedad que ya no tiene sentido de ser.
Antonio montero zarco
23 de febrero de 2023