jueves, 23 de febrero de 2023

CONFUNDIÓ EL CAMINO

 

CONFUNDIÓ EL CAMINO

Confundió el camino y eligió el de viejo. La verdad es que no lo intentó, no tenía oportunidad, el carro iba cargado de “temor y resignación” en paralelo a su vida.

Hacia trenes con latillas de sardinas una vez que los arrieros comían su contenido y las arrojaban a la basura. Estas latillas le proporcionaban los vagones, y, las suelas de las alpargatas de lona de los soldados republicanos, la materia prima de las ruedas.

 Construía los trenes y jugaban sin darse cuenta que el carro de la vida avanzaba si cabe más  aprisa que cuándo pasaba por la venta.

Después veía las calles llenas de niñas y niños jugando a las "canicas" y otros juegos de la época, con sus muñecas de trapo, y recordaba cuando él había jugado "un rato antes” como lo hacía aquélla chiquillería en ésos momentos.

Entonces, se dio cuenta que había elegido el camino más duro, largo y cruel al abandonar los trenes de latillas siguiendo el carro que avanzaba más aprisa al final del camino.

Intentó no seguir al "carro" pero su imán era tan poderoso que no podía deslizarse de su estela. No se rendía y quiso variar el camino del carro por la línea trazada y hacer que todos los de su clase vivieran por sendas de libertad, que no fuera la trazada por el carro que imponía unas formas de vida que hacía sentir a las gentes que no tenían rasgos humanos.

 El seguir al carro, significaba vender su vida a los discípulos que vendían el temor al final del camino. Temor que las “gentes de bien" quería disponer de él para aprovecharse de la ignorancia de las gentes y aumentar sus riquezas aunque fuera inevitable el  llegar al fin del camino pero dominando a las clases temerosas.

Llegaría al final pero a su aire, no podía imponer sus normas pero no aceptaba las impuestas y luchaba para vender las suyas y que las gentes pudieran elegir el camino de viejos... camino de libertad.

Con esta posición tuvo en muchas, muchas dificultades. Los que conducían  el carro  no paraba y hacía casi imposible la vida de la gente. No le importaba llegar al final del camino aun siendo consciente de que también al llegar, también se acercaban a su fin.

Se dio cuenta que los niños habían desaparecido de las calles, también el "pardalet" el carro del capitalismo había impuesto unas normas de vida que por su afán de acumular riquezas se había llevado por delante las viejas costumbres, de vida social y familiar contaminando todo lo que tocaba,  destacaba la depredación  del medioambiente destructor de muchas forma de vida en la tierra, Incluyendo el "gorrión" entre otras muchas especies con un riego muy alto de exterminación  de las mismas.

 Los jóvenes no producían nuevos seres humanos. Ese era el concepto que las  “gentes de bien” tenían de la natalidad, pues la miraban como mercancía y recambio de los que abandonaban el mundo del trabajo.

 Después se lamentaban de que el mundo estaba envejecido por causas de la baja natalidad.

Pero las “gentes de bien” y los gobiernos no ponían los medios para que los jóvenes tuvieran la oportunidad de formar lo que se conocía como la familia. Es posible que hicieran el "amor" más que nunca, pero sin engendrar muevas vidas porque el camino que les esperaba era tortuoso, con muchas dificultades y viendo el final tan oscuro como el agujero que dejó el Big Bang.

El viejo no podía entender que unas “gentes de bien” acumularan decenas de miles de viviendas para especular con su alquiler esclavizado a los jóvenes para hacer frente a los altos precios.

 En el carro de la vida, no solo iba el temor al final, representado por los birretes de la gente de bien de las iglesias, también iban en el carro, quienes no aceptaban el poner un tope a los precios del alquiler.

En aquel carro de la vida también viajaban las gentes de bien que privatizaban la sanidad. Había gente de bien infiltrada hasta en el gobierno de la nación.

El haber elegido el camino de “viejo” le daba cierta ventaja sobre los demás. Podía decir todo lo que pasara por su mente sin ningún temor, aunque a decir verdad nunca se privó de decir lo que pensaba.

 Eligio siempre el camino de la libertad a pesar de costarle dar con sus huesos en la cárcel, otros habían dejado sus vidas en las trincheras, en los paredones de fusilamiento y el tiro en la nuca. Todo por trazar sendas de libertad para  los que vinieron después les fuera más fácil la vida. Todo eso sin pedir nada a cambio.

El viejo veía todo lo que iba subido al carro de la vida. Veía políticos mediocres, políticos corruptos, gente de bien y, políticos vividores de la sopa boba del estado. Y qué decir de los y las que se subían al carro de las multinacionales para desde su posición de poder esclavizar a la humanidad. Bien orgulloso estaba de haber confundido el camino.

 Lo confundió por su instinto de clase, de no haber sido así hubiera sido uno más del engranaje de ese carro que avanza sin piedad arrasando todo lo que se pone en su camino.

 Pero allí está el viejo y muchos viejos más, para poner todas las trabas que pudieran, para que el carro lleno de gente de bien tuviera un final de viaje que terminaran todos en el infierno de la vida, porque toda la sociedad les digiera ¡basta ya! que hora decide el pueblo soberano que nada tiene que ver con las gentes de ese bien que representáis. Se terminaron los privilegios porque en la nueva república las gentes de bien son los ciudadanos más humildes de la sociedad, los otros son pura escoria de una sociedad que ya no tiene sentido de ser.

Antonio montero zarco

23 de febrero de 2023

 

 

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