Ante
el acoso por parte de algunos medios de comunicación, sobre el “caso
Barcenas” el presidente del PP y Jefe
del gobierno, sale a la escena de la crisis, proponiendo un Pacto contra la
corrupción. Esto es muy serio. Tan serio, que como dice el refrán castellano,
no se tiene que mezclar churras con merinas.
En
principio, no todas las fuerzas políticas, están forjadas ni en la misma
fragua, ni han bebido de las mismas fuentes. Por ello, aun siendo necesario
para la convivencia ciudadana la negociación,
los acuerdos y la tolerancia, hay cosas que no pueden ser negociables,
tal es el caso de la corrupción, y más si esta, es cometida por los
representantes políticos.
Teniendo
en cuenta que según el fiscal general del Estado Cándido Conde Pumpido son más
de 730 las causas abiertas contra cargos públicos, es difícil poder llegar a un
pacto sin traicionar el espíritu de honradez que debería ser el hacer de los
representantes de los ciudadanos.
Es
difícil este pacto, porque se entraría en tu tienes más, y vosotros tampoco os
libráis de vuestros “chorizos”. Saldría
en el debate, que el PSOE tiene 264 frente a los 200 del PP. Saldría las 43 causa de Coalición Canaria, las 30 de CIU, el Partido
Andalucista 24, Izquierda unida 20, el Grupo Independiente Liberal (GIL) 17, Unió Mallorquina 7, Ezquerra
Republicana de Catalunya 5, Bloque Nacionalista Galego 3 y PNV otras 3.
A
estos se añaden un procedimiento abierto a un cargo de ANV y otro de Eusko
Alkartasuna, además de 67 investigaciones seguidas contra miembros de otros
partidos locales, 16 contra imputados independientes y 72 asuntos en los que se
desconoce la afiliación política de los investigados.
He
aquí pues un amplio abanico que refleja
la realidad política de nuestro país. Sin entrar en si son muchos o pocos, si
esta corrupción, es más o menos soportable, compararando con- casos de nuestro
entorno. Es decir, cualquier dirigente político que tenga un mínimo de ética,
no puede justificar el mínimo atisbo de
tolerancia sobre la corrupción
Decía
al principio, que no están forjados en la misma fragua, ni beben en las mismas
fuentes. Tampoco se puede eludir la responsabilidad de cada implicado,
argumentando que todos no son lo mismo. Los corruptos tienen el mismo color sea
cual sea su filiación política, nadie ni nada puede justificar comportamientos
ajenos a la honradez y la
confianza que la sociedad depositó en ellos.
Dicho
esto, la propuesta del Jefe del Gobierno, de un pacto contra la corrupción, no tiene sentido. No deja de ser, una
declaración hacía la galería sin más consecuencias que lavar la imagen del
desprestigio por el que atraviesa la clase política del país.
¿Como
vería la mayoría de ciudadanos, con buenos ojos que existe voluntad de “terminar” con la corrupción política?
En
primer lugar, cambiando la ley de
financiación de los partidos políticos. En este punto es difícil llegar acuerdo
sin dejar rendijas, que sirvan para la pillería financiera de los partidos. Por una razón. La derecha estaría dispuesta a
suprimir las asignaciones, ya que ellos cuentan con gente que invertiría
grandes cantidades en sus candidaturas.
También en el partido socialista, se dan estas
circunstancias sin llegar a ser tan agudas como las del PP. ¿Por qué es
inviable ese pacto? Porque se tendría que cambiar la ley de concesiones de las
grandes obras publicas. Para adjudicar
estas obras, tendría que formarse, una comisión de gente independiente, que no
fueran conocidos de las empresas que optan a los concursos, y que una vez
adjudicada la obra fuera disuelta la comisión, y con luz y taquígrafos hacer
publico los contenidos y las condiciones que se tienen que desarrollar las
obras.
Desechar las mejoras que ofrecen las empresas,
ya que estas prácticas son un foco que
se presta para la corrupción. Se
tendrían que suprimir asesores políticos, solo tendrían que estar los imprescindibles, de esta forma las necesidades
económicas a cubrir serían las más
“justas” y no se tendría la necesidad de “robar” para pagar salarios de
hermanos, primos y amigos de los que mandan.
Esto
se puede considerar una utopía, pero no deja de ser una propuesta para un
debate por gente que no este contaminada con los dirigentes que están liderando
los destinos de la mayoría de los ciudadanos.
Con
estas propuestas, estoy demostrando que
las diferencias entre las opciones políticas son muy sustanciales y se
hace muy difícil llegar a ningún tipo de acuerdo referido a la corrupción. Por
lo tanto, todo lo que no sea meter en la cárcel
a los corruptos y que tengan que devolver lo sustraído a las arcas del
Estado no es innegociable.
Antonio Montero Zarco
22 de enero de 2013